La sacudida de la pandemia COVID-19 ha sido dolorosa, pero también ha permitido identificar capacidades del sistema educativo que difícilmente hubiéramos imaginado: docentes, estudiantes y madres y padres de familia han acreditado su compromiso con la educación y desarrollado formas de trabajo nuevas para asegurar la continuidad en el aprendizaje.

¿Cómo asegurar que nos movamos hacia adelante, sin perder el impulso? ¿Cómo aprovechar la nueva realidad para formar a nuestros estudiantes en las capacidades que les abran el camino hacia un mejor futuro? El sistema educativo puede capitalizar las experiencias positivas que se han producido. Ello requiere de un entorno que favorezca la continuidad en el despliegue de la energía de los actores educativos y sus capacidades de innovación.

Si bien es cierto que la escuela es el lugar educativo por excelencia, tampoco puede ignorarse el papel cada vez más importante que las tecnologías de la información y la comunicación –las llamadas TIC– desempeñan en la educación. Sería un error pensar que porque el sistema educativo ha seguido funcionando a distancia la escuela puede ser sustituida; pero igualmente no hay duda de que en estos meses se ha podido apreciar con más fuerza que en el pasado la importancia de la tecnología educativa y sus posibilidades de innovación.

El beneficio de las TIC ha resultado evidente durante la pandemia porque ha hecho posible la educación a distancia. La mayor presencia de las tecnologías también permite apreciar la relevancia del papel que tienen para el aprendizaje de competencias clave del siglo 21; son un instrumento poderoso para formar competencias que la escuela tradicional ha considerado pero que hoy tienen mayor importancia que en el pasado y que tendrían que extenderse para llegar a todos los grupos de la población.

Ejemplos de estas competencias del siglo 21 facilitadas por las TIC son la búsqueda de información, la capacidad para discernir sobre sus fuentes, la organización de esa información para darle sentido y poderla procesar y analizar, la comunicación de los hallazgos en formatos diversos, su discusión y enriquecimiento y el lanzamiento de nuevas preguntas. Implican aprender a pensar para identificar problemas y plantear soluciones adecuadas para resolver en grupos plurales problemas complejos.

Las competencias del siglo 21 son las que darán a las personas mejores posibilidades de navegar con éxito en la sociedad de la información que hoy ya es una realidad. Aunque este tipo de competencias se pueden adquirir aun sin las TIC, dichas tecnologías facilitan su adquisición por parte de toda la población; pueden tener un efecto nivelador de oportunidades si se aprovechan adecuadamente.

Los sistemas educativos en el mundo se han venido transformando para salir de los patrones de enseñanza repetitivos con un alto grado de prescripción propios de la sociedad industrial. En su lugar, tienden a primar la educación vinculada al manejo de la información en sociedades más plurales que requieren nuevas formas de convivencia democrática. La educación debe responder a los retos de una sociedad que va cambiando más y más rápido y con complejidades creciente. El siglo 21 exige capacidades que abrevan de la educación clásica pero que van más lejos en vista de la dinámica del cambio tecnológico y social.

No se trata sólo de nuevos aprendizajes académicos que demandan profundidad en el conocimiento de las disciplinas clave y la conexión que existe entre estas, sino del fortalecimiento de la formación personal y social –las llamadas habilidades socioemocionales–, para la educación integral. El mejor conocimiento de sí mismo, la construcción de la autoestima, el cuidado de la salud, los vínculos respetuosos con otros seres humanos que permiten reconocer la pluralidad y enriquecerse de ellos son algunos de los temas que la educación socioemocional atiende. Nuestro Artículo Tercero de la Constitución ha previsto la formación integral desde la reforma de 1946 promovida por Jaime Torres Bodet. Hoy nos corresponde darle vigencia en un entorno social, económico y político muy distinto.

El sistema educativo nacional no debe quedarse atrás frente a las exigencias del siglo 21. Las experiencias derivadas de la pandemia COVID 19 en el sistema educativo deben ayudar a construir un entorno que favorezca las transformaciones que se requieren. Valga enunciar algunas de ellas.

Modificaciones deseables en el entorno para favorecer la innovación:

  • Equilibrio curricular entre lo nacional y la circunstancia de las escuelas. Conviene un currículum que facilite la innovación en las escuelas al balancear los aprendizajes necesarios en lo nacional con las posibilidades de enseñanza en cada escuela. Las prescripciones exhaustivas en el currículum cortan las posibilidades de innovación. Como ha sido tradicional en nuestro sistema educativo, el centralismo curricular limita a las escuelas y los maestros en sus posibilidades de desarrollar y liberar su capacidad creativa. La autonomía escolar que se ha impulsado desde hace algunos años, más que implicar que cada escuela se gobierne a sí misma, ha sido una categoría útil para dar espacios oficiales de actuación a la iniciativa propia de la escuela.

¿Cómo conciliar los propósitos nacionales de la educación con lo regional y lo particular de cada comunidad, de cada aula, en un mundo crecientemente digital en el que las TIC se vuelven un instrumento clave para la educación del siglo 21?

  • Formación de maestros. En cualquier circunstancia, la formación inicial y continua de los maestros es un elemento clave para orientar y mejorar la educación. Hasta hoy, nuestros maestros han recibido escasa formación en el uso de la TIC para la enseñanza. Aunque ha habido esfuerzos puntuales y exitosos, llevados a cabo por las autoridades educativas y organizaciones de la sociedad civil, la gran mayoría de los maestros no ha recibo capacitación suficiente para el uso de las TIC en su tarea profesional. Más aún, son pocas las escuelas que tienen el equipamiento y la conectividad necesarios como para explotar las TIC en la enseñanza.

Adicionalmente, las TIC ofrecen la posibilidad de ampliar y dar mayor alcance a las redes profesionales de maestros.

  • Equipamiento y conectividad. Binomio indispensable con la formación de maestros. Es evidente que el equipamiento y la conectividad por sí mismos no son suficientes. Se requiere de maestros que puedan apreciar el valor de las TIC y que reciban capacitación y acompañamiento para la explotación de estas tecnologías para la enseñanza.
  • Fomento de capacidades de los alumnos para la autorregulación y aprender con autonomía. Toda vez que las TIC permiten fácilmente superar las reglas prescriptivas que disponen cada contenido y cada detalle de lo que se debe aprender, se requiere de una mentalidad de los estudiantes que les haga posible decidir y actuar más allá de las instrucciones precisas que reciben. El uso de las TIC conlleva un alto grado de responsabilidad y disciplina personal. La autonomía del estudiante se convierte en una categoría de alta prioridad. Formarla desde etapas tempranas exige de un esfuerzo significativo y que probablemente aún no forma parte del repertorio educativo de múltiples escuelas.
  • Curaduría de contenidos. No sería imaginable ni razonable concebir que cada escuela haga un uso eficiente de las TIC sólo a partir de las búsquedas y selección de contenidos que sus maestros hagan en internet. Por ello, la curaduría de contenidos se vuelve una tarea de la mayor relevancia. Las autoridades educativas, nacional o estatales, pueden llevar a cabo esta función para poner a la disposición de los maestros un contenido abundante y diverso, pero de calidad y pertinente –sin problemas de propiedad intelectual– para los fines de la enseñanza según los elijan los propios maestros. También puede ser muy valiosa la participación de las editoriales y de organizaciones de los propios maestros o de la sociedad civil.
  • Organización y normatividad del sistema educativo. El aparato educativo debe hacer posible y alentar el aprovechamiento de las TIC. La flexibilidad para que las escuelas tomen decisiones y actúen es fundamental. La red de apoyos que las autoridades proporcionen puede dinamizar y orientar el uso de las tecnologías para que sean más eficaces para los propósitos educativos. La normativa debe ser revisada y actualizada periódicamente para asegurar que no genere camisas de fuerza a la innovación, sino que, por el contrario, la favorezca.
  • Desarrollo de plataformas digitales. Existen múltiples esfuerzos por desarrollar plataformas para la educación. Las grandes empresas de tecnología están participando en este esfuerzo. La ventaja asimétrica de que gozan por su capacidad de influencia y fuerza de ventas debe ser cuidada para no dejar fuera otras iniciativas que sirvan bien a la educación.
  • Evaluar las nuevas experiencias. Esto es necesario para conocer y acelerar aquellas con mayor potencial. Sería útil contar con grupos de evaluación plurales que aseguren una mirada redonda sobre las experiencias que el sistema educativo produzcan.

Para la generación de estos elementos conducentes a crear entornos para favorecer la innovación se requiere de normas, políticas y programas apropiados.

El peor error posible sería mantener rigideces y abundantes prescripciones, como si lo que se espera de la educación y las circunstancias en que se desenvuelve –sobre todo a partir de la pandemia COVI-19– no se estuvieran modificando dramáticamente. La flexibilidad es una premisa para la transformación educativa en el siglo 21 que será facilitada por las TIC.

Las innovaciones tendrán que surgir de las escuelas en un ambiente de condiciones favorables creado por las autoridades educativas. Las soluciones únicas y centralizadas no funcionarán. Corresponde a las autoridades crear el entorno propicio para que la educación prospere, dejando un espacio amplio para que –democráticamente, con apoyos amplios a las escuelas, sin perder los objetivos nacionales de la educación y con las posibilidades que las TIC ofrecen– las escuelas y sus maestros sean el motor del cambio.

Crear este entorno es un reto de la mayor magnitud. En artículos posteriores de este blog se abordarán distintas posibilidades para hacerlo: las disposiciones de ley, los programas, el presupuesto, la coordinación entre autoridades educativas federal y estatales son algunos de los temas que, como continuidad al presente texto, habremos de ir presentando.

El próximo de esta serie de artículos del blog de Valora tratará aspectos de la regulación que deben observar las escuelas según la Ley General de Educación aprobada en septiembre de 2019. Se revisarán las múltiples disposiciones contrarias a las posibilidades de innovación y transformación de que la educación es capaz y que tanto requiere. Siempre será posible revisar para mejorar.

Por Carlos Mancera Corcuera

 

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